Sucedió un día que, estando Moisés en un lugar muy solitario con su ganado, pudo ver algo muy extraño. Una zarza estaba en llamas pero el fuego no la consumía. Se acercó a la misteriosa zarza y escuchó la voz de Dios, que le dijo:
- Moisés, soy tu Dios, el que ama al pueblo hebreo y no desea verlo bajo los látigos de los egipcios. Y tú eres el elegido para liberar a mi pueblo. Debes hablar con el faraón para pedirle que os deje salir de Egipto. Os conduciré hacia una nueva tierra, fértil y grande, con abundante leche y miel. El camino no será fácil, pero debes confiar en mí.
Moisés se quedó muy preocupado. Pensó que los hebreos no le harían caso y que los egipcios se reirían de él. Dios le tranquilizó pues, bajo su protección, nada debía temer.
Con su mujer y su hijo, se dirigió a Egipto. Se reencontró con su familia, que le recibió con los brazos abiertos. Les contó todo lo sucedido y los hebreos se alegraron al oir hablar de una tierra donde serían libres.
Fuente: Historias maravillosas de la Biblia. Editorial: Everest
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