Moisés exigió al faraón, en nombre de Dios, que devolviera la libertad a los israelitas y les dejara irse de Egipto. El faraón se negó a hacerlo y, además, endureció las leyes contra ellos. Pero sucedieron diversas desgracias en el país y, al fin, el faraón cedió. Moisés animó a los israelitas a confiar en Dios y organizó la marcha.
El día señalado por Moisés, cada familia israelita sacrificó un cordero en honor a Dios, lo asó al fuego y lo comió por la noche, a toda prisa, preparada para salir cuando se diera la señal. Esta cena recibió el nombre de Pascua, que significa "paso", porque representó el paso de la esclavitud a la libertad. El pueblo de Israel, conducido por Moisés, emprendió la marcha hacia la tierra que Dios prometió a Abrahán. Dios estaba con ellos.
Pero los problemas no habían terminado. El faraón se arrepintió de dejarlos marchar y envió al ejército en su persecusión para obligarlos a regresar. El ejército les alcanzó cuando estaban bordeando un brazo de mar. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar y un fuerte viento separó las aguas abriendo un camino por el medio. Los israelitas cruzaron por ahí, y cuando pasaron todos, el mar volvió a su cauce.
A la vista de lo que había sucedido, los israelitas se convencieron de que Dios los había liberado de la escalvitud y celebraron una gran fiesta para darle las gracias. Y cantaban:
"Cantaré al Señor por la gloria de su victoria. Mi fuerza y mi refugio es el Señor. Él fue mi salvación"
Fuente: Libro: Se llama Jesús, editorial Sm. 5º de primaria.
