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miércoles, 13 de mayo de 2020

EL PINO Y LOS TRES DRAGOS. Cuento

El pino y los tres dragos
Cuento de Yazmina Cabrera Ferrera


Érase una vez, una pequeña semilla de pino, que volaba por el aire empujada por el
viento, buscando un sitio donde descansar.
- ¿Dónde me llevará esta brisa? - Se preguntaba - ¿Será un buen lugar para mí? ¡Espero
que haya otras semillas allí y muchos árboles que se hagan mis amigos!
Cuando el viento fue cesando y la pequeña semilla empezó a caer, se dio cuenta de que
estaba en un valle rodeado de montañas… Y que cerca de allí había una fuente de agua
limpia y clara que, con su murmullo, llenaba de música el lugar.
-¡Qué suerte! – Pensó.- ¡Con esta fuente tan cerca de mí, la tierra siempre estará
fresquita y así nunca tendré sed!
- ¡Hola! – escuchó que le decían.
- ¡Bienvenido! – oyó decir a alguien más.
- ¡Tenemos un nuevo amigo, hermanitos! – dijo una tercera voz. Y la semillita de pino
se dio cuenta de que había tres semillas de drago acostadas en el suelo que le miraban
sonrientes.
- ¡Hola, amigos! ¿Hay sitio para mí? – preguntó tímidamente.
- ¡Claro que sí! – contestó una de las semillas de drago. – ¡Tenemos esta fuente muy
cerca y hay agua de sobra para todos!
La pequeña semilla sintió una gran felicidad al haber encontrado un lugar tan hermoso
donde vivir y unos nuevos amigos tan amables. Estuvieron charlando un rato sobre lo
altos y fuertes que se pondrían cuando crecieran, pero pronto les entró mucho, mucho
sueño… Y casi sin darse cuenta, se quedaron dormidos.
Nuestro pequeño pino fue el primero en despertar y ver la luz del sol. Realmente, aquel
lugar era muy bonito… Pero de nuevo se sintió muy solo al ver que los tres hermanitos
drago no estaban.
- ¿Se los habrá llevado el viento a otro lugar? – pensó con tristeza. Y aunque aquel sitio
era hermoso y la tierra estaba fresquita, se preocupó al pensar que sus nuevos amigos se
habían marchado a un lugar muy lejano.
Sin embargo, algunas semanas después, los pequeños dragos también despertaron y el
pino se sintió de nuevo muy contento al volver a verles y descubrir que no estaba solo,
como él había pensado.
Los cuatro amigos crecieron juntos en aquel valle. Se querían mucho y charlaban todos
los días sobre los animales que les visitaban, las nubes del cielo y el sol que les daba
calorcito. También recibían a veces la visita de unos pastores que iban a buscar agua a la
fuente y a darle de beber a sus rebaños. Vivían muy felices junto a la fuente de agua,
nunca tenían sed y se iban haciendo cada vez más grandes.
Nuestro amigo el pino quería mucho a los tres dragos, y ellos a él. Pero a veces se sentía
triste de nuevo porque era el único árbol diferente. Los tres dragos eran fuertes y
majestuosos… Y él cada vez era más alto y desgarbado… sus hojas parecían agujas y
pensaba que era un poco feo y que los dragos eran mucho más bonitos que él.
- ¡No deberías decir esas cosas! – le dijo un día uno de los dragos.
- ¡Sí! ¡Nosotros te queremos mucho como eres! – añadió otro más.
- ¡Estoy seguro de que algún día descubrirás que eres muy especial! – sentenció el
tercero.
Y, esa misma noche, mientras dormían, sucedió algo maravilloso. El pino empezó a
soñar que un calorcito muy agradable le brotaba del interior del tronco. Sentía que era
algo casi mágico que cambiaría su vida para siempre. De repente, vio a una hermosa
mujer que llevaba a su bebé en brazos. Los dos le sonreían y entonces la mujer le dijo:
- Hace mucho frío esta noche, ¿te importaría que mi bebé y yo durmiéramos entre tus
ramas?
- ¡Oh! ¡Claro que no me importaría! – contestó nuestro amigo el pino. - Si usted quiere,
se pueden poner los dos aquí, justo en el centro de mi tronco, que es donde más
colorcito hace.
- Muchas gracias. – le contestó la mujer con mucho cariño. Se acercó al lugar que el
pino le había indicado y se acurrucó allí con su bebé. El niño se reía y su mamá le
cantaba. Pero pronto los dos se quedaron dormidos y el enorme pino también.
Al día siguiente, un gran alboroto a su alrededor le despertó. Había muchos pastores
mirándole asombrados. Y sus tres amigos, los dragos, le miraban también y sonreían.
-¿Qué estará pasando? – se preguntó.
Y entonces se dio cuenta de que, justo en el centro de su tronco, había aparecido una
imagen de la mujer con el niño, que estaba hecha de madera.
- Pero… ¿qué es esto? ¿Acaso no fue un sueño todo lo que me pasó anoche? – Se
preguntó.
Los pastores estaban encantados con lo que había sucedido.
- ¡Es la Virgen! ¡Es la Virgen! - gritaban.
- ¡Ha aparecido en un pino! ¡El pino de las maravillas! – decían.
- ¿El pino de las maravillas? – pensó nuestro amigo - ¿se refieren a mí?
Los pastores bajaron a la Virgen del árbol y empezaron a decir: “¡La Virgen del Pino, la
Virgen del Pino!” y a cantar y bailar a su alrededor. Poco después, construyeron una
iglesia donde colocaron la imagen e iban a verla todos los días para rezarle allí.
A partir de aquel día, a nuestro amigo el pino todos empezaron a llamarle “el pino de las
maravillas”.
- ¿Te das cuenta? ¡Ahora todo el mundo sabe lo especial que eres! – Le dijeron sus
amigos los dragos.
El pino sonrió. En realidad no era lo que la gente decía de él lo que le hacía sentir
especial. Lo que realmente le hizo feliz fue que, a partir de aquel día, unos piececitos se
quedaron para siempre grabados en su tronco. Y ése era el mejor recuerdo de que la
mamá de Jesús le había elegido para bajar a la tierra en una noche fría, en el Valle de
Teror.

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