Era costumbre, en otros pueblos, de prepararse con antelación, haciendo la matanza del cochino y el amasijo del pan, para esto invitaban a almorzar, a los familiares y vecinos más cercanos. Por la tarde, se llenaban las morcillas con gran jolgorio, cuyos ingredientes eran almendras, batatas, bizcocho, condimentos y parte de la sangre del animal, al finalizar, se repartían entre los invitados. En otros lugares de nuestras islas, al llegar el día de los finados, los más pequeños cogían una talega e iban visitando las casas pidiendo los santos. Tocaban en las puertas y preguntaban: ¿hay santos?, La dueña decía que sí, y depositaban en la talega: almendras, nueces, higos pasados y castañas. Cuando las llenaban volvían a casa muy contentos, para compartirlas entre sus familiares y amigos. En otros pueblos, por la noche se celebraban los bailes de Taifas, muy esperados por los jóvenes, pues en ellos se encontraban las parejas. Empezaban a las nueve y terminaban a las doce, pues había que respetar el día de los difuntos, que se celebraba al día siguiente.
martes, 26 de octubre de 2021
LOS FINAOS
Con la palabra “Finaos”, que en realidad es Finados que significa: "persona muerta" o "difunto", se hace referencia en muchos sitios de nuestras ocho Islas Canarias, a una fiesta popular que se celebraba la víspera del día de todos los santos, el 1 de noviembre, una tradición arraigada desde hace siglos en nuestro pueblo, una tradición de gran valor que no debemos perder.
La tradición de los finados, era eminentemente familiar, donde se reunía toda la familia y en muchos pueblos, de nuestro archipiélago canario. La mujer de mayor edad de cada familia recordaba a los muertos, familiares y conocidos, los finados que habían llegado a su fin. «La madre o la abuela contaba anécdotas de los finados, de la familia, y los hacía presentes con sus palabras y vivencias», eran verdaderas manifestaciones de fe religiosa y de rituales surgidos en el andar de los siglos y en el espíritu de nuestros pueblos.
Mientras tanto, se compartía una comida moderada a base de nueces, castañas, almendras y manzanas del país, acompañadas de vino dulce o anís, principalmente, y en los sitios de cubre, con ron miel, por las gélidas temperaturas de la estación otoñal.
Luego, se salía a la calle y la celebración superaba el ámbito de la familia y se trasladaba el rito a la calle, con los ranchos de ánimas, que rondaban el pueblo o el barrio, según se tratase, al son de malagueñas, o de algún otro tipo de canto sosegado.
La tradición sólo queda ya principalmente, en algunos municipios como: Valsequillo de Gran Canaria, Villa de Teror, Villa de Agüimes o San Nicolás de Tolentino.
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